El adopcionismo es una creencia que surge en el siglo II y que sostiene que Jesucristo es un hombre elegido por Dios para ser adoptado como Hijo divino. Esta corriente teológica defiende que, en el momento del bautismo, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús, convirtiéndolo en el Hijo de Dios. Por tanto, según el adopcionismo, Cristo no es Dios por naturaleza, sino que adquirió la divinidad después de su nacimiento.
Los adopcionistas aseguran que la naturaleza divina de Jesucristo no es inherente a su ser, sino que le fue concedida por Dios en un momento determinado. De esta forma, se diferencian de la doctrina ortodoxa cristiana, que sostiene que Cristo es Dios encarnado y que, por tanto, su divinidad es innata y eterna.
Además, el adopcionismo rechaza la idea de la Trinidad, considerando que sólo existe un Dios, y niega que Cristo tenga una existencia divina previa a su encarnación. Para los adopcionistas, Jesucristo fue completamente humano antes de ser adoptado por Dios como Hijo divino, y su divinidad es inseparable de su misión como Mesías y Salvador del mundo.
En definitiva, el adopcionismo representa una corriente teológica que cuestiona la divinidad inherente de Jesucristo y defiende que éste fue adoptado como Hijo divino en un momento particular de su vida terrenal. Aunque esta doctrina tuvo cierto seguimiento en la Antigüedad, fue finalmente considerada herética por el cristianismo ortodoxo y abandonada por la mayoría de las corrientes cristianas posteriores.