La forma en que se cuenta una historia puede clasificarse en dos tipos: abierta o cerrada. Una narración abierta es aquella en la que el final es ambiguo y no se resuelve completamente. En cambio, una narración cerrada es aquella en la que todos los conflictos se solucionan y se responde a todas las preguntas planteadas.
Es importante destacar que cada uno de estos tipos de narración tiene sus propias ventajas y desventajas. Por ejemplo, una narración abierta es más desafiante e invita al espectador a hacer sus propias interpretaciones. Sin embargo, puede resultar frustrante para aquellos que buscan una resolución definitiva. Por otro lado, una narración cerrada puede ser más satisfactoria para el espectador, pero también puede ser menos interesante y predecible.
Los elementos que determinan si una narración es abierta o cerrada incluyen la cantidad de preguntas que se hacen durante la historia, la incorporación de elementos ambiguos y la complejidad de los personajes. Por ejemplo, si se plantean muchas preguntas pero se resuelven todas al final, la narración será considerada cerrada. Si se plantean pocas preguntas pero no se responden todas, entonces la narración será abierta.
En resumen, la clasificación de una narración como abierta o cerrada depende de la resolución de los conflictos y la claridad en la respuesta a las preguntas planteadas. Es importante señalar que no existe una forma correcta o incorrecta de contar una historia. El tipo de narración depende de las intenciones del autor y de la interpretación del espectador.
Una narración puede ser abierta o cerrada y esto se refiere a la forma en que se presenta la historia. En una narración abierta, la historia no tiene un final definitivo, lo que significa que el lector puede imaginarse cómo continúa la trama. Por otro lado, en una narración cerrada, el final se encuentra en el punto culminante de la historia, y no hay margen para interpretaciones.
La narración abierta brinda más libertad al lector, quien puede crear su propio desenlace y relacionarse con los personajes de una historia de una manera más personal. Por otro lado, en la narración cerrada, el final es parte de la trama y no permite al lector pensar más allá de lo que se les ofrece.
Hay algunos elementos que caracterizan a una narración abierta, como la presencia de preguntas sin respuesta, la inclusión de múltiples finales posibles, la ausencia de una resolución clara y los finales ambiguos. Por otro lado, en una narración cerrada, hay una sola posibilidad de final y todo en la historia lleva a esta conclusión.
Mientras que la narración abierta puede ser considerada más desafiante para el lector, ya que los finales pueden ser decepcionantes o dejar preguntas sin respuesta, es también una forma de arte en la que el lector tiene más control y puede encontrar su propia conclusión. Por otro lado, la narración cerrada es más fácil de seguir, ya que todo está destinado a llegar a un final claro y definido, pero puede ser menos imaginativo.
Una narración cerrada es un tipo de historia que tiene un inicio, medio y final definidos. Es decir, se presenta un problema, se desarrolla la trama y se llega a una resolución concreta que cierra la historia de manera satisfactoria.
La narración cerrada se diferencia de otros estilos de narrativa, como la narración abierta, en la medida en que ofrece una estructura clara y precisa que resuelve los conflictos presentados. Una narración cerrada brinda al lector una finalidad, una conclusión y le otorga una sensación de cierre y satisfacción.
Las narraciones cerradas pueden ser diferentes en cuanto a género, extensión y tono, pero todas incluyen una clara delimitación de la trama y los personajes. El tiempo, lugar y ambiente en el que se lleva a cabo la acción también suelen estar definidos para ofrecer coherencia y credibilidad al relato.
En conclusión, una narración cerrada es una historia que sigue una estructura definida, que resuelve concretamente los conflictos presentados y que, por ende, otorga al lector una sensación de cierre y satisfacción al finalizar la misma.
Una estructura puede definirse como la organización o forma en la que se dispone algo. En el ámbito de la arquitectura, ingeniería y construcción, la estructura se relaciona con los elementos que conforman un edificio o una construcción.
Existen dos tipos de estructuras: las abiertas y las cerradas. La principal diferencia entre ambas radica en su diseño y en cómo se comportan frente a las fuerzas externas que actúan sobre ellas.
Las estructuras cerradas son aquellas en las que los elementos que la conforman se disponen de tal forma que crean un espacio cerrado. Un ejemplo de esto puede ser una casa, donde las paredes, techos y pisos forman una caja. Al ser cerrada, esta estructura brinda mayor protección y privacidad.
Por otro lado, las estructuras abiertas son aquellas en las que los elementos se disponen de tal forma que crean un espacio sin cerrar. En este caso, los elementos que conforman la estructura brindan soporte, pero no existen paredes cerradas. Un ejemplo de esto puede ser una torre de telecomunicaciones, donde los elementos se distribuyen en una disposición abierta.
En resumen, la diferencia entre una estructura abierta y una cerrada se encuentra en su diseño y en cómo se comportan frente a las fuerzas externas. Mientras que una estructura cerrada ofrece mayor protección y privacidad, una estructura abierta brinda mayor amplitud y visibilidad. Ambas son esenciales en la construcción de edificaciones y su elección dependerá del uso y función que se le quiera dar.
Un relato con final abierto se caracteriza por presentar una trama que deja un margen de incertidumbre al lector, ya que no hay un cierre definitivo de la historia y, por tanto, hay diferentes interpretaciones posibles.
En este tipo de narrativa, el autor deja algunos cabos sueltos y el desenlace no se muestra de forma explícita, lo que provoca que el lector tenga que realizar su propia interpretación y, por tanto, la historia adquiere un significado personal para cada uno de ellos.
Es importante destacar que un final abierto no es lo mismo que una historia inconclusa o mal desarrollada, sino que es una técnica literaria utilizada conscientemente para generar reflexión en el lector y para que este pueda sentir una conexión emocional con el relato.
En definitiva, los relatos con final abierto generan una sensación de intriga y reflexión en el lector, quien se convierte en un participante activo en la interpretación de la historia.